Desde principios del pasado siglo XX el panorama vitivinícola español cambio por causas de fuerza mayor, la filoxera acabo con todas las cepas autóctonas, excepto las canarias, obligando a los viticultores a replantearse la plantación de nuevo con portainjertos de vides americanas acostumbradas a convivir con el insecto de la plaga y por lo tanto resistentes de forma natural al él.
Fueron tiempos de producción sin criterio, en buena parte debido a la falta de demanda pero ya bien avanzado el pasado siglo los productores de uva españoles fueron seducidos por el mercado europeo donde acabaron exportando sus vinos a granel y a la vez fueron adaptándose a los gustos predominantes de los clientes, introduciendo nuevos tipos de uva, evidentemente más comerciales, atendiendo de este modo la demanda del mercado pero perdiendo la tipicidad y la tradición vinícola propia, de este modo se empezaron a producir los vinos con las principales variedades de uva francesa: Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Chardonnay. El ¨negocio” fue bien hasta que entraron en escena los vinos del nuevo mundo compitiendo con los vinos propios, sobre todo en precio, y en este momento estamos donde los referentes han cambiado y como siempre, nos pillan con el paso cambiado, con muchas zonas de producción vinícola, y D.O. entregadas al decadente cabernet sauvignon… y con los mercados alabando nuestros tempranillos y las tradicionales garnachas. Una lástima todas la viñas viejas que se han perdido para producir vinos mediocres de viñas sobreexplotadas.
La mayoría de los viticultores no disfrutan de buenos tiempos, ni los bodegueros ni los distribuidores, se consume poco, se debe buscar el rendimiento económico y no es fácil, pero como siempre el refrán está cargado de sabiduría “siempre que llueve escampa” las modas vienen y van, duran más o menos pero lo que siempre es cierto es que los productos de calidad nunca pasan de moda. En España tenemos vinos con personalidad y sobrada calidad, seguro que con el tiempo y esfuerzo de comunicación se valorarán como queremos.
Creo que se ha dedicado poco esfuerzo en mejorar los vinos autóctonos, siempre hemos ido a rueda de los franceses y sus clásicos, la falta de preocupación general por la innovación y el desarrollo, el dicho de “que inventen los demás” lo hemos aplicado mucho tiempo. Experimentar y crear nuevas formas de trabajar con nuestras uvas produce excelentes vinos, muchos sorprendentes, por ejemplo, algún vino de hielo hecho con tempranillo, excelentes caldos hechos con la maltratada Bobal o sin ir mas lejos lo que gana un verdejo con un breve paso por barrica.